Una premisa a considerar: la Dama, el Dios Amor o la mujer arquetipo, antes de ser un objeto de veneración concreto, era una imagen meramente simbólica y abstracta. El significado original ( en teoría, custodiado por los cantores cátaros que precedieron a la tradición lírica de los trovadores provenzales ) consiste en una búsqueda de la fidelidad a una forma de vida excepcional. El amor a la mujer inalcanzable, o un amor "prohibido", como metáforas, o como situaciones más o menos reales, ha sido una forma de elevación espiritual practicada por los hombres del occidente cristiano. Diría, por ejemplo, que Ausiàs March no fue en absoluto - como suele decirse - un poeta atormentado por los desamores, sino que su dolor nacía de la ausencia de la realidad necesitada ( la plena de seny ) realidad que se puede acariciar brevemente a través del sentido y la intuición espiritual. Sin embargo, nunca termina de materializarse. Esa "Dama" que se deja querer, pero termina en nada. Existe una cita de Ortega y Gasset que creo que da en la diana: "se ama el amor, y lo amado no es, en rigor, sino un pretexto". Atendiendo a ello, parece a simple vista que lo importante es el estado mental y espiritual alcanzado, el cual para el hombre común puede ser una hemorragia emocional encauzada a base de creatividad, y para el verdadero artista ése estado de genio y maestría, allá donde habitaba Ausiàs March. Y, ahora sí, sometidos a la brújula de los valores estrictamente bíblicos, parafraseando a Gasset, se diría que amamos al Dios de amor, y no a lo humano. La mujer amada, como ser concreto y real, pero, a la vez, y potencialmente, como ser celeste que alcanzamos con el verbo o la imaginación. Servir a Dios es servir a la dama, doblar la rodilla, respetarla, dejarla ser y crecer. Esa forma de vida excepcional que no es otra que la de ver el mundo a través de los ojos de Dios.
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