domingo, 28 de mayo de 2023

Malditismos



En tiempos de apocalipsis, y a esta altura del siglo XXI, los nuevos "malditos" son aquellos que escriben acerca de lo oscuro pero desde el lado de la Luz. Cuando la Luz irrumpe en el mundo, las tinieblas la rechazan, y todos aquellos que se hacen parte de esas tinieblas necesitan justificarse, por tanto consideran tenebroso a lo que es bueno y verdadero.  En realidad, los "malditos" clásicos no eran muy diferentes a los nuevos, siempre se caracterizaron por esa mezcla de ángel y demonio tan atractiva, y que tanto ha triunfado en la historia de los ídolos del rock, en el cine y en la literatura. Siempre fueron una imitación del hombre santo que nos advierte sobre la realidad de las oscuridades que nos acechan y nos destruyen. Tal vez un trasunto, desde la estética y la filosofía romántica del siglo XIX, de Jonás advirtiendo a la ciudad de Nínive, o del Mesías señalando a los sepulcros blanqueados y, relacionado con esto, sin duda la novela Drácula de Bram Stoker ( y la versión cinematográfica de Coppola, mucho más explícita ) tiene una de la interpretaciones más interesantes cuando entendemos al misterioso conde de Transilvania como representación de una oscuridad que procede de la percepción errónea que sobre él tiene una determinada civilización: la civilización del cristianismo apóstata, el industrialismo y las revoluciones políticas y sociales. Entonces, y aplicando ese filtro, esa imagen explícita de un castillo decrépito y los sombríos parajes en torno a los Cárpatos se convierte en la imagen de un vergel de belleza silvestre que envuelve a la espléndida y luminosa morada de un ángel incomprendido y apartado de los males de la civilización. Es posible que Rimbaud, Verlaine, Byron, hubieran querido ser eso exactamente, pero finalmente sucumbieron ante el poder de esas sombras generadas por la misma cultura que pretendían combatir. De eso se trata, por tanto. De no rendirse.             

martes, 23 de mayo de 2023

Cinefórum: Saturday night and Sunday morning (1960)

 


El punto de partida hacia algún camino de redención es la insatisfacción ante la realidad. Una realidad que nos ha abarcado a todos y de la que formamos parte, con su trabajo rutinario, la ausencia de identidad, las pautas sociales del tiempo libre y del tiempo para los deberes, la televisión que invade el hogar y dirige nuestro entendimiento del entorno y del mundo, esquematizándolo bajo el poder seductor de sus imágenes. Arthur Seaton encarna al adolescente sensible y consciente de todo ello, quien busca vías de escape a su insatisfacción, todas ellas autodestructivas, entre ellas asumir un carácter agrio y duro como forma de dinamitar la agresión externa, una agresión implícita, aparentemente suave y benigna, procedente de la normalidad del hogar, de las relaciones y de lo establecido. Lo peor de la vida no es la maldad que viene con la destrucción y el estruendo, sino esa maldad que ataca con la rítmica sucesión de actos y ordenamientos "normales" en la cotidianidad del día a día, esa que nos mata sin que nos demos cuenta. Mientras tanto, la vida propone sus planes de salvación, como pueden ser la cultura, el deporte y la espiritualidad. La película, por su parte, lo insinúa sutilmente en sus instantes finales, mostrando una apertura hacia la vida silvestre, rememorando momentos bellos y sencillos de la infancia, en una campiña de hierba colindante a la ciudad tras un recorrido donde predominan los escenarios asfixiantes: el hogar en la urbe, el barrio obrero, los bares y la fábrica.   

domingo, 7 de mayo de 2023

Desde aquí

 



Parece que el paso del tiempo hace que la dimensión metafórica de las canciones sea más evidente. Pensando ahora mismo en el cadillac solitario de Loquillo y los Trogloditas, la que entonces era una canción pesimista, triste, donde la soledad no podía ser percibida en su potencial transformador o en una oportunidad de fortalecerse, sino en amargura y derrota sin remisión. Quizás al escucharla, hacia finales de los ochenta y principios de los noventa, uno se sentía invadido por el temor a sentirse identificado con ella, o ya sentenciado a ser para siempre un chico solitario que mira a las ciudades y a las gentes desde una cierta lejanía, abandonado por todos, adicto a su droga particular. En aquel entonces el cadillac ya representaba la soledad del adolescente, pero en la conciencia reinaba una impresión literal sobre esa historia del coche, el chico, la chica, el alcohol, y una ciudad vista desde lo alto de una colina. Ahora esos elementos cuentan menos en su literalidad que en su significación para definir la vida, y el hilo narrativo que permanece, a pesar de todo, es el del chico "marginal" abandonado por alguien porque ese alguien se ha convertido en persona formal. Quizás sea lo que nos ha pasado a todos los que miramos desde este lado del barrio, viendo como nuestras amistades o amores de juventud se han ido alejando a medida que se han ido convirtiendo en "gente de bien", mientras nosotros permanecemos "marginales", contemplando desde la colina, merodeando en las periferias, extrarradios o rincones "oscuros" de la ciudad. Aquellos que no dejaron de escuchar buena música y de tener como referencia a los rockers y a todas aquellas personas o movimientos sociales que, de un modo u otro, se inspiraban en un determinado sentir y nos daban aliento e inspiración para la vida y para el futuro.       


J.A.P

La muerte nos rodea (Dawn of the Dead, 1978)

La muerte nos rodea la muerte nos rodea ¿suicidio? nooooo lucha hasta el final La noche se hace eterna la noche se hace eterna ¿soñar? noooo...