En tiempos de apocalipsis, y a esta altura del siglo XXI, los nuevos "malditos" son aquellos que escriben acerca de lo oscuro pero desde el lado de la Luz. Cuando la Luz irrumpe en el mundo, las tinieblas la rechazan, y todos aquellos que se hacen parte de esas tinieblas necesitan justificarse, por tanto consideran tenebroso a lo que es bueno y verdadero. En realidad, los "malditos" clásicos no eran muy diferentes a los nuevos, siempre se caracterizaron por esa mezcla de ángel y demonio tan atractiva, y que tanto ha triunfado en la historia de los ídolos del rock, en el cine y en la literatura. Siempre fueron una imitación del hombre santo que nos advierte sobre la realidad de las oscuridades que nos acechan y nos destruyen. Tal vez un trasunto, desde la estética y la filosofía romántica del siglo XIX, de Jonás advirtiendo a la ciudad de Nínive, o del Mesías señalando a los sepulcros blanqueados y, relacionado con esto, sin duda la novela Drácula de Bram Stoker ( y la versión cinematográfica de Coppola, mucho más explícita ) tiene una de la interpretaciones más interesantes cuando entendemos al misterioso conde de Transilvania como representación de una oscuridad que procede de la percepción errónea que sobre él tiene una determinada civilización: la civilización del cristianismo apóstata, el industrialismo y las revoluciones políticas y sociales. Entonces, y aplicando ese filtro, esa imagen explícita de un castillo decrépito y los sombríos parajes en torno a los Cárpatos se convierte en la imagen de un vergel de belleza silvestre que envuelve a la espléndida y luminosa morada de un ángel incomprendido y apartado de los males de la civilización. Es posible que Rimbaud, Verlaine, Byron, hubieran querido ser eso exactamente, pero finalmente sucumbieron ante el poder de esas sombras generadas por la misma cultura que pretendían combatir. De eso se trata, por tanto. De no rendirse.
domingo, 28 de mayo de 2023
martes, 23 de mayo de 2023
Cinefórum: Saturday night and Sunday morning (1960)
El punto de partida hacia algún camino de redención es la insatisfacción ante la realidad. Una realidad que nos ha abarcado a todos y de la que formamos parte, con su trabajo rutinario, la ausencia de identidad, las pautas sociales del tiempo libre y del tiempo para los deberes, la televisión que invade el hogar y dirige nuestro entendimiento del entorno y del mundo, esquematizándolo bajo el poder seductor de sus imágenes. Arthur Seaton encarna al adolescente sensible y consciente de todo ello, quien busca vías de escape a su insatisfacción, todas ellas autodestructivas, entre ellas asumir un carácter agrio y duro como forma de dinamitar la agresión externa, una agresión implícita, aparentemente suave y benigna, procedente de la normalidad del hogar, de las relaciones y de lo establecido. Lo peor de la vida no es la maldad que viene con la destrucción y el estruendo, sino esa maldad que ataca con la rítmica sucesión de actos y ordenamientos "normales" en la cotidianidad del día a día, esa que nos mata sin que nos demos cuenta. Mientras tanto, la vida propone sus planes de salvación, como pueden ser la cultura, el deporte y la espiritualidad. La película, por su parte, lo insinúa sutilmente en sus instantes finales, mostrando una apertura hacia la vida silvestre, rememorando momentos bellos y sencillos de la infancia, en una campiña de hierba colindante a la ciudad tras un recorrido donde predominan los escenarios asfixiantes: el hogar en la urbe, el barrio obrero, los bares y la fábrica.
domingo, 7 de mayo de 2023
Desde aquí
Parece que el paso del tiempo hace que la dimensión metafórica de las canciones sea más evidente. Pensando ahora mismo en el cadillac solitario de Loquillo y los Trogloditas, la que entonces era una canción pesimista, triste, donde la soledad no podía ser percibida en su potencial transformador o en una oportunidad de fortalecerse, sino en amargura y derrota sin remisión. Quizás al escucharla, hacia finales de los ochenta y principios de los noventa, uno se sentía invadido por el temor a sentirse identificado con ella, o ya sentenciado a ser para siempre un chico solitario que mira a las ciudades y a las gentes desde una cierta lejanía, abandonado por todos, adicto a su droga particular. En aquel entonces el cadillac ya representaba la soledad del adolescente, pero en la conciencia reinaba una impresión literal sobre esa historia del coche, el chico, la chica, el alcohol, y una ciudad vista desde lo alto de una colina. Ahora esos elementos cuentan menos en su literalidad que en su significación para definir la vida, y el hilo narrativo que permanece, a pesar de todo, es el del chico "marginal" abandonado por alguien porque ese alguien se ha convertido en persona formal. Quizás sea lo que nos ha pasado a todos los que miramos desde este lado del barrio, viendo como nuestras amistades o amores de juventud se han ido alejando a medida que se han ido convirtiendo en "gente de bien", mientras nosotros permanecemos "marginales", contemplando desde la colina, merodeando en las periferias, extrarradios o rincones "oscuros" de la ciudad. Aquellos que no dejaron de escuchar buena música y de tener como referencia a los rockers y a todas aquellas personas o movimientos sociales que, de un modo u otro, se inspiraban en un determinado sentir y nos daban aliento e inspiración para la vida y para el futuro.
J.A.P
martes, 25 de abril de 2023
Caminos
A pesar de los cambios
sales a pasear a diario
por esas calles tuyas
y mías, desde tantos años
en el viejo barrio
no hay más alegrías
que las del reencuentro
y la sonrisa
A pesar de los cambios
un héroe nunca cambia
en la soledad y en la compañía
se alimenta de los recuerdos
sin perder la esperanza
sin evadir la batalla
A pesar de los cambios
un guerrero entiende
su amor, su pasado y su felicidad
pilares del presente
caminando a diario
buscándote en cualquier lugar
en la ciudad
y en el viejo barrio
José A. Peig
jueves, 16 de febrero de 2023
Auténticos
En tiempos de distopía, apocalipsis y fragmentación la figura prototípica del roquero se alza a la manera de estímulo para mirar hacia las cosas del mundo con algo de cariño, algo que suscite empatía, optimismo, identidad y pertenencia a lo colectivo. Aunque el rock ya no está de moda, la figura del rockero, y concretamente la de Bruno Lomas- Emilio Baldoví, sigue siendo la de alguien entrañable, inocentón, dotado de cierta gracia, y talentoso. Por allá a principios de los noventa, sus canciones sonaban en algunos hogares del viejo barrio, y eran parte de la banda sonora de la vida de un adolescente. En cuanto a su personalidad y su imagen, Bruno Lomas seguramente cumplía con ese arquetipo rockero sobre un tipo individualista con una cabecita muy loca y desmesurada, reaccionario, genio decadente, pero con un corazón de oro. Pero estos días me ha llamado la atención un breve apunte de Enrique Ginés publicado en el libreto interior de uno de los pocos compact disc de Bruno Lomas que todavía pueden encontrarse en las tiendas de discos con el cual quiere mostrar que Bruno fue el único roquero auténtico en España, y que transcribo aquí: "Bruno Lomas era, a mi entender, rockero en un escenario, pero también en un estudio de grabación y sobre todo en sus comportamientos personales. Su coherencia me permitió garantizar esto que hoy escribo para la colección "Éxitos de dos en dos". Los otros rockeros españoles que conozco son (que me perdonen) descafeinados, la pureza en la "raza rockera" solo se consigue cuando, como Bruno, se vive el rock en sus tres dimensiones."
Ahí lo dejo. Hay algo más que música e imagen en esa figura del roquero tan perfectamente encarnada en Bruno Lomas. Algo que lo hace moral y éticamente admirable, y es su coherencia y su transparencia, virtudes que tal vez no se ven ni en la política, ni en muchos artistas ni tampoco en muchos miembros de las iglesias cristianas. El rockero, el auténtico, podrá tener muchos pecados, pero nunca será hipócrita y siempre será una imagen y una lección de no fragmentación, de continuidad, perseverancia y sinceridad. Solo por eso creo que el rock y sus auténticas figuras pueden alegrarnos la vida hasta el fin de los tiempos.
J.A.P
miércoles, 18 de enero de 2023
Psicoespirituales
Existen muros tan altos y fornidos que ninguna imaginación podría derribarlos. Despertar con la luz matinal, mirar las últimas sombras de la noche, y suspirar por que éste sea un día revolucionario. Luego vendrá la dirección de lo obligado que va marcando los pasos, repitiendo los pensamientos y los movimientos del cuerpo. Entonces irrumpe un túnel con fondo de callejuelas de algún lugar soñado que se instala en la realidad. Las callejuelas no son la realidad, sino las almas que por allí sienten, esperan, caminan. Pero no es esa la ilusión que alimenta el viaje, sino la esperanza de expresar y ser comprendido, o, de lo contrario, guardar silencio para siempre. Otra vez el ego golpea y obstaculiza el que la revolución sea posible. Siempre a la defensiva, siempre tratando de hacerse el héroe. Porque hay dos formas de victimizarse: una es la que tiene su origen en saber que estamos en el error pero no sabemos abandonarlo. La otra surge cuando estamos en la verdad pero sin convencimiento. Y de qué vale la verdad si no la traducimos en sustancia para la vida. Esparcirse, contagiados y contagiosos, entre las gentes, anónimos pero íntimos, con delicadeza, expresión y júbilo, hasta el final del día, tocar las almas y que la propia alma sea tocada.
J.A.P
La muerte nos rodea (Dawn of the Dead, 1978)
La muerte nos rodea la muerte nos rodea ¿suicidio? nooooo lucha hasta el final La noche se hace eterna la noche se hace eterna ¿soñar? noooo...
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Necesidad de azul Ser de la vida mirarte a los ojos y cantar la brisa Necesidad de azul porque el azul emocion...
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Frente al estado de inopia sensitiva y espiritual que nos enferma. En cualquier momento, en mitad de la noche, o especialmente al alba, sur...